El liberalismo uruguayo enfrenta hoy su mayor desafío: convertirse en una verdadera alternativa política.
Muchas veces he pensado ¿qué sería fundamental para que el liberalismo genere una alternativa política real en este país?
La respuesta es incómoda. Es responsabilidad de nosotros, los liberales, lograrlo, y ha sido nuestra responsabilidad no haberlo hecho aún.
Tenemos que entender lo que pasó en Argentina. Nadie se volvió liberal de un día para el otro. Pero el pueblo argentino se cansó, buscó un cambio y confió en Javier Milei y su proyecto. Ahora, en las últimas elecciones, acaba de respaldar los irrefutables resultados positivos que ha tenido la aplicación de las ideas liberales.
Ahora bien, teniendo en cuenta que cada país tiene su propio proceso, ¿qué deberíamos hacer para llegar a ese escenario en Uruguay?
En primer lugar, creo fervientemente que tenemos que empezar a escucharnos. Empezar a poner atención en lo que tiene que decir una cantidad de gente muy valiosa, que da la batalla desde hace muchos años. Personas con una experiencia y un conocimiento invaluables.
En segundo lugar, debemos entender que en estos momentos van a empezar a aparecer los lobos disfrazados de corderos quienes se presentarán, de un día para el otro, como paladines de la libertad. A esos, los de siempre, hay que plantarles cara, no dejarlos pasar.